7 jun 2012

La comida de los argentinos

La comida de los argentinos Argentina es un país hecho de carne y pan. Una nación que alimenta a varios pueblos. No es un mito ni una vieja postal de los años cincuenta. Su producción sigue siendo distintiva en el planeta aún hoy en este extraño tercer milenio. Sin embargo, alimentarse bien en la geografía de la comida no es una cuestión sencilla. El tamaño de la vida cotidiana suele medirse por el nivel de ingresos de las familias. Y desde esos números el territorio argentino empieza mostrarse esquivo y distante con sus mayorías. 6 de junio| Carlos del Frade (APE) Según un reciente estudio de la Universidad de Buenos Aires, una familia tipo necesita 2.750 pesos mensuales para comer sano y bien. Cuatro veces más que la canasta básica estimada desde los números del realismo mágico del intervenido Instituto Nacional de Estadísticas y Censo. De tal forma, dicen los investigadores, una pareja y dos hijos deben pagar 75 por ciento más que en 2010 para nutrirse de manera adecuada. - La canasta básica que mide el INDEC no sólo ya es demasiada vieja sino que es un perfecto modelo de dieta obesogénica, nutricionalmente pobre y monótona y contrapuesta a todos los lineamientos que la Organización Mundial de la Salud plantea como base de una alimentación promotora de la salud. Argentina tiene más de la mitad de su población con sobrepeso y 66 por ciento con exceso de grasas saturadas, sodio y azúcares– explicó Sergio Britos, integrante de la Escuela de Nutrición de la mencionada Universidad. Estos datos plantean, una vez más, las diferencias entre vivir y sobrevivir, pelear por construir en realidad los propios sueños o zafar, denigraciones del lenguaje que van en forma paralela a la caída del bienestar real que merecen las mayorías argentinas. La famosa “calidad de vida” –lugar común en el cual suelen abrevar dirigentes políticos y sociales de variado pelaje- parece ser la propiedad privada de algunos. El contrasentido explícito es que resulta difícil imaginar por qué en la Argentina se come mal teniendo todo lo necesario para alimentarse bien. Y es entonces cuando florecen, otra vez, las distancias sociales en una sociedad fragmentada que, más allá de ciertas políticas estatales, no han sido zanjadas tampoco en relación a la alimentación. En los años noventa, en forma paralela al saqueo institucionalizado, la noticia era que los argentinos habían dejado de consumir carne como lo hacían históricamente. Hoy, a pesar de los discursos que repiten haber dejado atrás y en otro universo aquellas prácticas de los noventa, la cuestión alimentaria ofrece un espejo de la complejidad de una sociedad que parece no brindar una democrática forma de acceder a una buena dieta para los que son millones. - La composición de la canasta se determina con los hábitos de consumo actual. Eso es lo que hay que modificar. De ninguna manera se puede cambiar la tendencia actual de enfermedades crónicas si no hay nuevos patrones de consumo diferentes a los existentes – sostuvo la nutricionista Mónica Katz. Lo cierto es que detrás de estos números que marcan los límites entre los dichos del gobierno nacional y las investigaciones universitarias, aparece la necesidad de una verdadera democratización de los bienes materiales y culturales básicos para una vida mejor en estas tierras. Una necesidad que supera largamente a la idea de comer bien y que instala el debate en qué hacer para vivir bien en la Argentina del tercer milenio. Quizás la mejor receta sea protagonizar la historia para sostener que la existencia es mucho más que los números fríos de una canasta básica. Fuente: Argenpress.info

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